El pasado mes de Mayo, en concreto el día 22, fue nuestro aniversario de bodas. Cumplimos 5 años de casados, 5 años de feliz vida en común. Pero quiso la casualidad que coincidiera con el penúltimo viaje por trabajo de Hideo en Tailandia y la India y no pudiéramos celebrarlo, así que en reserva quedó. Felicitaciones y risas a través del teléfono.
Pero nuestro pensamiento, fuera de cenas y regalos, era ir a un lugar muy especial, lugar que finalmente visitamos hace una semana. Ebina.
No es un lugar ideal, ni siquiera es una ciudad especialmente bonita, pero tiene el encanto, para nosotros, de ser nuestra primera residencia estando juntos y el lugar donde nos casamos. Así qué quisimos llevar a los niños hasta allí y recordar, nosotros, muchísimas cosas.
Después de un viaje algo accidentado, al marearse Yuna en el coche, pudimos dar una vuelta por el centro, por ese centro comercial donde tantas tardes pasamos, ver el restaurante donde cenamos esa primera noche de casados o la cafetería donde pude disfrutar, en uno de mis días buenos en el embarazo, de un café y un donut con una amiga. Después de comer (en un restaurante de omuraisu del cuál hablé hace muuuuucho) fuimos hasta el que fuera nuestro primer hogar, nuestro pequeño y viejo apartamento.
Le explicamos a Yuna que allí vivían el papa y la mama y un poco también ella, pues me marché de allí con Yuna en la barriga. Lo gracioso es que ella quería subir y entrar y tuvimos que hacerle entender que ya no podíamos entrar, además que habían otras personas viviendo allí.
Una pequeña salida llena de recuerdos, todos ellos preciosos.
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